Mi vida, sólo así resuenas en mi cabeza, con tu sonrisa de medio lado y tu voz apagada que cada noche me dejaba sin palabras.
Las palabras nos unieron aquella tarde en el Café de Margarita cuando yo recitaba uno de mis poemas y las palabras nos separaron unos meses más tarde cuando me dijiste: “Me voy, amor mío”.
Una vez más, las palabras intentan unirnos a través de la correspondencia que intercambiamos, pero, ¿no es acaso cierto que el papel lo soporta todo?.
Nuestro amor se sustentaba, o sustenta, no lo sé, en palabras sonoras y llenas de significado: amistad, confianza, respeto, pasión… AMOR. ¿Pero este Amor ha superado El Mundo de las Palabras y se ha convertido en un Amor Real? Durante un tiempo, cuando cada tarde tomábamos juntos el café y luego me acompañabas a casa o dormías junto a mí pensé que sí, que esta vez lo había conseguido: había abandonado el Océano de las Palabras para comenzar a nadar en el impredecible Mar de La Relación.
Mi vida, cuando me lancé de cabeza para descubrir este nuevo mar, me di cuenta que estaba seco y que tú no querías nadar a mi lado. Me hiciste daño, mucho daño, como tú bien sabes y ahora que vuelvo a recuperar la tranquilidad entre mis versos y poemas, me llegan tus palabras.
Ahora tus palabras no suenan como antes porque ya no eres mi vida. En esta dialéctica amorosa voy a salir vencedora, haciendo honor a mi nombre, Victoria.
Me despido de ti de la única manera posible: Fin.