A solas con Schiele

Los cuatro bordes del dibujo tienen atrapada mi mirada; unos ojos que hablan sin tapujos al espectador que observa la obra de mi propio autorretrato. Los biógrafos dicen que yo era una persona atormentada, con problemas para relacionarse con el mundo de la mujer, y que en definitiva, era un hombre que se fijaba en los detalles e intentaba plasmar la presencia de lo ausente, pero siempre sumido en un estado de infelicidad continua.

La auténtica belleza de mis autorretratos reside en la capacidad de remover el interior del que está mirando el dibujo, la forma en que el espectador saca al exterior todo aquello que lleva dentro y que habitualmente se encuentra escondido detrás de varias capas de miedos, autoengaños y pensamientos racionales.

Todas las personas vivimos con la amenaza constante del sufrimiento; sentimientos que cada uno desarrolla de una forma u otra, pero que al fin y al cabo, todos sentimos. Sumergidos en nuestro propio dolor, alegría a veces, pensamos que aquello que en ese momento no nos deja ni respirar, ni comer, ni dormir, sólo nos ocurre a nosotros, pero este pensamiento sólo responde al egocentrismo y victimismo emocional humano.

Por eso me gusta dibujar, trazar mis emociones que intento ocultar ante las personas de mi alrededor, para que quede como un gran secreto entre el artista y el observador de la obra. Desnudo mis sentimientos con los dibujos, al igual que un escritor con las palabras.

Arte para expresar, sentimientos por los que vivir, y al final del camino, una batalla que termina, a la cual, tengo que partir.

Related Projects