Después de la publicación de nuestra “Reflexión en el metro. 2003”, llega el nuevo texto con la Reflexión versión 2013.
El domingo pasado estuve mirando unas viejas fotografías y rebuscando entre estos recuerdos encontré una hoja escrita por mí con el siguiente título: Reflexiones en el metro. Al instante recordé aquel proyecto literario que comencé hace 10 años y que sólo recopiló una brevisíma obra compuesta de 3 textos. No recuerdo por qué lo abandoné, pero supongo que encontraría un libro que me enganchara y cambiaría la compañía del papel y boli por la novela que hubiera caído en mis manos para amenizar los trayectos del metro.
Una de estas reflexiones rescatada del desorden trata sobre el silencio. Me alegra comprobar que mi forma de escribir ha mejorado con el paso de los años, pero continúa siendo concisa y de mensajes claros. Me gustan mucho los puntos y poco las frases enrevesadas envueltas en subordinadas que nunca terminan.
A pesar del paso del tiempo y el cambio en mi forma de pensar, sigo opinando lo mismo sobre el silencio. Sin embargo, a esta reflexión, a día de hoy le añadiría otro tipo de silencio, el que ahoga las palabras de muchas personas que viajan en el metro: las nuevas tecnologías.
Observo a mis compañeros de viaje y la gran mayoría están absortos en la pantalla de su teléfono móvil, tablet o e-book. Evidentemente no voy a negar que las nuevas tecnologías pueden ayudar a que mantengamos algunas relaciones, pero… ¿a qué precio?
Fijándome en la pareja que tengo a mi lado, la conversación “de toda la vida” sufre la amenaza continua de las pantallas que acaparan la atención de sus dueños olvidándose de la persona con la que están hablando.
Esto me recuerda a un artículo que leí la semana pasada sobre el “phubbing”, un término anglosajón que da nombre al acto de menospreciar a las personas que nos acompañan para prestar más atención al teléfono móvil.
Y sigo reflexionando…
Quizás debamos recuperar los silencios de hace 10 años, aquellos que nosotros mismos decidíamos hacer cuando aún vivíamos de forma independiente y no éramos esclavos de los dispositivos móviles.
Llega mi parada y la conclusión final: yo lo tengo claro, mañana dejo el móvil en silencio en casa y salgo a disfrutar de un día como los de hace 10 años.
Hemos querido compartir con vosotros este pequeño experimento ya que nos ha parecido curioso cómo las nuevas tecnologías influyen en nuestro día a día e incluso cambian nuestra forma de reflexionar.
Y tú, ¿sobre qué reflexionas?